Por: Henry González |
Los trabajadores tenemos ese espíritu luchador, el que históricamente nos ha motivado para librar batallas a favor de nuestros beneficios laborales, pero en este momento que vive el país, debemos asumir nuestro rol y definir hacia quien vamos a dirigir esa fuerza implacable que se nos atribuye, cuando unidos remamos hacia el mismo lado para lograr nuestro cometido, que hoy no es más que el respeto a nuestro derecho al trabajo con un salario que nos proporcione una existencia digna y decorosa, tal como lo establece la Carta Magna de la República.
Actualmente, es frecuente escuchar en el seno de los trabajadores opiniones que van dirigidas a las empresas, otras a los sindicatos o al gobierno nacional como responsables de la situación económica que azota a la clase trabajadora venezolana, quizás sin analizar los aspectos que a continuación señalo como una opinión personal que quiero compartir con ustedes.
De la actual situación país nadie sale ileso, los efectos de la hiperinflación que superó el 1.600.000% en el año 2018, perjudica a todos en la proporción de sus responsabilidades, las empresas no son la excepción. Aunque algunos señalan a los empresarios, incluso el mismo gobierno nacional, como co-responsables de la crisis en la que está sumergida Venezuela, no es cierto que el sector productivo del país no se ha visto afectado por esta situación. Muchas empresas han cerrado sus puertas por la inviabilidad del negocio, debido al desequilibrio económico que dificulta mantener sus operaciones en marcha.
De alguna manera, las empresas requieren de un personal motivado que colabore con el crecimiento de la fábrica, y esto en parte se logra otorgándoles beneficios laborales que sustente su calidad de vida y la de sus familiares, pero actualmente en la mayoría de los casos, esto no es posible por el problema macroeconómico que no distingue entre el ciudadano común y la pequeña, mediana o grande empresa. Sencillamente, hoy en Venezuela nada es suficiente para mantener a los trabajadores en sus puestos de trabajo y no tomen la decisión de emigrar a otras tierras en búsqueda de la estabilidad y prosperidad que no conseguimos en nuestra patria.
Por otra parte, las organizaciones sindicales cumplen con un rol importante en el logro de más y mejores beneficios para los trabajadores, pero sus luchas se han visto igualmente influenciadas por la gran inestabilidad económica que está sujeto el país. Los sindicatos a pesar de sus esfuerzos no logran dar con la fórmula para vencer los embates de la hiperinflación. Los trabajadores ven como sus convenciones colectivas se desintegran en el corto plazo y su poder adquisitivo toca niveles jamás sentidos en los bolsillos de los venezolanos.
Hoy, difícilmente una convención colectiva de trabajo tenga la capacidad de equilibrar los ingresos de los trabajadores con los índices de inflación que actualmente arroja la economía venezolana. No existe herramienta legal que los sindicatos puedan invocar para que una empresa ceda a sus pretensiones de indexar los salarios a la inflación, por lo que terminan recibiendo del patrono ajustes extracontractuales voluntarios que estos puedan otorgar cuando los efectos hiperinflacionarios hayan devorado los acuerdos suscritos en la mesa de negociación.
Es que, es el gobierno nacional quien tiene la responsabilidad de crear los mecanismos y condiciones para que la economía del país marche de tal manera, que los trabajadores ejerzan el derecho de percibir un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas, sociales e intelectuales, tal como lo ordena la Constitución Nacional.
En este momento, los trabajadores debemos apuntar a la recuperación económica de Venezuela y esto sólo es posible a través de medidas acertadas que el gobierno nacional, en el marco de sus competencias, debe implementar para incentivar el aparato productivo del país, con garantías capaces de generar confianza en la inversión privada como generadores de empleo y de riquezas para el bienestar de los ciudadanos.
Seguramente, en una economía sana los sindicatos realizaran un mejor trabajo, cuando las condiciones estén dadas para celebrar negociaciones con un panorama claro y conciso del acontecer económico del país. No es igual negociar con una economía estable, que con una inflación diaria del 3%. No es lo mismo negociar beneficios laborales con una empresa produciendo a su máxima capacidad, que con una producción por el piso. Existe una gran diferencia.
Llegó el momento de actuar los trabajadores venezolanos para impulsar los cambios que sean necesarios y recuperar el espacio que hemos perdido. Sin distingo político, es hora de asumir el rol protagónico que la historia nos ha dado a lo largo de nuestra existencia como clase trabajadora. ¡Apuntemos bien, en las manos de quienes dirigen el país esta la solución!
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